Las estrellas parecen escarcha resplandeciente; enaltecen el oscuro cielo, un aire helado traspasa por los pórticos de la casa y provocan un efecto de invierno que opaca mi pensamiento, se denota transparente mi vista y mis oídos están callados, taponados, como si hubiesen sido victimas de un fuerte estruendo. La muerte, que lleva años siguiéndome, se sienta a mi lado y comienza a darme suaves y pausadas palmadas en la espalda “en animo de re-confortamiento” – sabiendo de antemano que no servirán para nada, por el contrario, es una buena forma de impulsar un alma indecisa; muchas veces lo ha intentado, pero, nunca hasta ahora ha estado tan cerca de conseguirlo. Erguidos sus brazos hace ademanes de gloria, exhortada por un gran placer – causado por ese sentimiento de éxito -, comienza a danzar y a cantar con un ritmo lúgubre que penetra en lo más profundo de mi subconsciente y me lleva al principio del meollo.
¿Para que vivir? Es u sentimiento que me ha acompañado desde tiempos de antaño.
Necesidad de placer, dolor, angustia, mi cuerpo reclama su premio, pero, mi alma, egoísta y arruinada por el pensamiento se niega a proveerme de tales privilegios: la alegría, el amor – VAYA ESTUPIDECES - le reclamo, pero lo único que escucho es:
¡Vete! Déjame aquí, sola, tranquila, como siempre he querido y ha ocurrido.
A sus espaldas pienso y…
Demasiado egoísta, ¿para que morir, en que me ayudaría esto?
¡Disculpa!
¿Podrías volver mañana?
JHONNATAN PEREZ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario